Existen aspectos climáticos y agronómicos que influyen en la calidad y el sabor del pistacho, que este domingo 26 de febrero celebra su Día Mundial. Y una de las claves se encuentra en el suelo, cuya riqueza y contenido mineral permitirá al árbol captar más nutrientes que transmitirá después al fruto.
Los suelos españoles, generalmente arcillosos o franco-arcillosos, son menos arenosos que en California e Irán, por lo tanto, con mejores texturas y con más nutrientes que contribuyen a mejorar la calidad del fruto.
Sin embargo, como explica el director técnico de Agroptimum, Javier Gallego, con frecuencia se desaprovecha el potencial de nutrientes ya presentes en el suelo porque los elementos, por diversos motivos, pueden encontrarse bloqueados.
“Es aconsejable realizar un estudio de suelo de macros y micronutrientes y trabajar con microorganismos que desbloqueen aquellos elementos que tenemos bloqueados para que el árbol pueda asimilar esos nutrientes. Cada vez trabajaremos más con micorrizas, trichodermas o bacterias que nos ayudan a mejorar los suelos y, por tanto, los árboles y sus frutos”, expresa el director técnico de Agroptimum.
En paralelo, aspectos como el clima, con un rango de temperaturas y humedad relativa adecuados, y un contraste térmico favorable, con un cumplimiento de las horas de frío y de calor correcto, también influyen directamente en la calidad del fruto, además de lógicamente, la variedad del árbol. Aquí destacan por su sabor los granos de menor tamaño dirigidos a la industria, como Aegina, Avdat, Larnaka y Mateur.
Finalmente, también se ha evidenciado que el cultivo en secano, con menor rendimiento por hectárea, ofrece en cambio pistachos de mejores cualidades organolépticas. “Se pueden conseguir plantaciones de muy buena calidad en secano, tenemos un claro ejemplo en el viñedo, donde se consiguen raíces más fuertes, que tiran hacia abajo y que recogen mejor todos los nutrientes del suelo”, asegura Gallego.
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