Cómo combatir los hongos en los pistachos sin materias activas registradas para su control
Por Aurea Ponce García
Técnica de Balam Agriculture
El cultivo del pistacho ha experimentado un invierno y una primavera caracterizados por una mínima o nula pluviometría en la mayoría de los casos. A pesar de esta situación, se ha observado una buena brotación y floración. A partir de ahí comenzaron las prolongadas y abundantes lluvias, las cuales han dado lugar a la aparición de numerosos síntomas de enfermedades fúngicas en los pistachos.
En condiciones normales, las principales enfermedades del pistacho que se presentan en julio son Septoria y Alternaria. En años con alta humedad, además de estas enfermedades, se suma la Botriosfera durante la floración, lo que puede ocasionar la pérdida de la cosecha.
El cultivo del pistacho se enfrenta a un serio problema, ya que no dispone de materias activas registradas para el control de los hongos mencionados, siendo imposible tratarlos en manejo convencional con sustancias efectivas como en otros cultivos. Esta situación plantea un desafío significativo para el manejo adecuado del cultivo. En el caso de la producción ecológica, estamos limitados por las regulaciones, por lo que es de suma importancia realizar tratamientos preventivos para retrasar el desarrollo de los hongos y evitar que afecten la cosecha.
Desde mi experiencia, baso el asesoramiento en el objetivo de mantener el árbol lo más sano posible y maximizar su potencial productivo (tanto en cantidad como en calidad). Esto se logra al trabajar en tres factores fundamentales para el cultivo:
1. Suelo: empleando diferentes tipos de microorganismos que pueden ayudar al árbol a desarrollar y potenciar su sistema radicular, además de producir otras sustancias beneficiosas para el cultivo y la estructura del suelo. Entre estos microorganismos se encuentran Trichoderma, Azospirillum, Pseudomonas, Basillus… etc. Para este tipo de manejo, es crucial contar con una buena base de materia orgánica o irla agregando a lo largo del ciclo.
2. Nutrición: a partir del análisis foliar o del suelo, teniendo en cuenta también las condiciones geográficas y edáficas de la zona, se debe diseñar un plan de fertilización adecuado. Se presta especial atención a la aplicación foliar de fertilizantes ricos en boro y otros micronutrientes. Además, el uso de bioestimulantes promueve la receptividad del árbol para asimilar los fertilizantes aplicados.
3. Sanidad: dada la problemática de los registros mencionada previamente, es fundamental anticiparse a los posibles problemas que puedan surgir en el cultivo. Para ello, se utilizan productos que incrementan el nivel de defensas de la planta, como fitoalexinas y diversos tipos de ácidos, lo que conduce a una mejor respuesta natural cuando se manifiestan las primeras enfermedades. Posteriormente, se recurre a sustancias básicas con propiedades fungicidas, como equisetum arvense, cobre con monogluconato o productos secantes.
La clave reside en realizar un seguimiento exhaustivo del cultivo y respetar estos tres puntos mencionados anteriormente.
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